“EL PADRE HABLA A SUS HIJOS” (Primera parte)

El Mensaje del Padre

1º Fascículo, Parte A

1º de Julio de 1932. Fiesta de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

¡He aquí finalmente el día para siempre bendito de la promesa del Padre Celestial!

Hoy terminan los largos días de preparación y me siento cerca, muy cerca de la llegada del Padre mío y Padre de todos los hombres.

¡Algunos minutos de oración y después todas las alegrías espirituales! ¡Tengo sed de oírlo y de verlo!

Mi corazón ardiente de amor se abre con una confianza tan grande que he podido constatar que hasta ahora no había estado tan confiada con nadie.

Pensar en mi Padre me lanzaba en una loca alegría.

¡Finalmente cánticos comienzan a oírse! ¡Algunos ángeles vienen y me anuncian la feliz llegada! Sus cantos son tan bellos que me propuse de transcribirlos apenas posible.

Esta armonía cesó por un instante y he aquí el cortejo de elegidos, de querubines y de serafines, con Dios nuestro Creador Padre nuestro.

Postrada, con el rostro en el suelo, hundida en mi nada, recité el Magníficat. Enseguida el Padre me dijo que me sentara con Él para escribir lo que había decidido decirle a los hombres.

Toda la corte que lo había acompañado desapareció. El Padre se quedó solo conmigo y antes de sentarse me dijo:

“Te lo dije ya y te lo repito: ¡No puedo donar una vez más a Mi Hijo predilecto para demostrarles a los hombres Mi Amor! Ahora es para amarlos y para que conozcan este Amor, que Yo vengo en medio de ellos, tomando el aspecto y semejanza, y la pobreza.

¡Mira, pongo en el suelo Mi Corona y toda Mi Gloria para tomar la actitud de un hombre común!”

Después de haber tomado la actitud de un hombre común poniendo Su Corona y Su Gloria a Sus Pies, puso el globo del mundo sobre Su Corazón, sosteniéndolo con la Mano izquierda, y se sentó junto a mí. ¡Puedo sólo decir algunas palabras, ya sea sobre Su llegada y sobre la actitud que se dignó asumir, ya sea sobre Su Amor! En mi ignorancia no encuentro palabras para expresar lo que Él me hizo entender.

“¡Paz y salvación, dijo, para esta casa y para el mundo entero! ¡Qué Mi Potencia, Mi Amor y Mi Espíritu Santo toquen los corazones de los hombres, para que toda la humanidad se encamine hacia la salvación y venga hacia su Padre, que la busca para amarla y salvarla!

Que Mi Vicario Pío XI comprenda que estos días son días de salvación y de bendición. Que no se deje escapar la oportunidad de llamar la atención de los hijos hacia el Padre, que viene para darles el bien en esta vida y para prepararles la felicidad eterna.

Escogí este día para iniciar Mi Obra entre los hombres porque es la Fiesta de la Sangre Preciosa de Mi hijo Jesús. Tengo la intención de bañar con esta Sangre la Obra que estoy iniciando, para que dé grandes frutos para la humanidad entera.

He aquí el verdadero objeto de Mi venida:

1) – Vengo para eliminar el temor excesivo que Mis criaturas tienen de Mí, y para hacerles comprender que Mi alegría está en ser conocido y amado por Mis hijos, es decir, por toda la humanidad presente y futura.

2) – Vengo para traerles la esperanza a los hombres y a las naciones. ¡Cuántos la han perdido desde hace mucho tiempo! Esta esperanza les hará vivir en paz y con seguridad, trabajando para la salvación.

3) – Vengo para hacerme conocer así como Soy. Para que la confianza de los hombres aumente contemporáneamente con el amor hacia Mí, el Padre, que tiene una sola preocupación: velar sobre todos los hombres, y amarlos como hijos.

El pintor se deleita contemplando el cuadro que pintó. ¡Así mismo Yo Me complazco, Me alegro, viniendo en medio de los hombres, obra maestra de Mi creación!

El tiempo apremia. Quiero que el hombre sepa lo más pronto posible que lo amo y que siento la más grande felicidad estando con él, como un Padre con Sus hijos.


Yo Soy el Eterno y cuando vivía solo ya había pensado en usar toda Mi Potencia para crear seres a Mi imagen y semejanza. Pero se necesitaba primero la creación material para que estos seres pudieran encontrar su apoyo: entonces fue la creación del mundo. Lo llenaba con todo lo que Yo sabía que era necesario para los hombres: el aire, el sol y la lluvia, y muchas otras cosas que Yo sabía que eran necesarias para sus vidas.

¡Al final, la creación del hombre! Me complací de Mi obra. El hombre comete pecados, pero es entonces cuando, justamente, se manifiesta Mi Bondad infinita. Para vivir entre los hombres creé y escogí, en el Antiguo Testamento, a los profetas, a quienes comuniqué Mis deseos, Mis penas y Mis alegrías, para que los transmitieran a todos.


Más crecía el mal y más Mi Bondad Me apremiaba a comunicarme con las almas justas para que transmitieran Mis órdenes a los que causaban desórdenes. Y así, a veces, tuve que usar la severidad para reprenderlos, no para castigarlos —porque eso habría hecho sólo mal— para alejarlos del vicio y dirigirlos hacia el Padre y Creador, a quien, ingratamente, habían olvidado y desconocido. Más tarde el mal sumergió tanto el corazón de los hombres que Me vi obligado a enviar plagas al mundo para que el hombre se purificara por medio del sufrimiento, la destrucción de sus bienes y hasta la pérdida de la vida: fue el diluvio, la destrucción de Sodoma y de Gomorra, las guerras del hombre contra el hombre, etc.


Siempre he querido quedarme en este mundo entre los hombres. Y así, durante el diluvio estaba cerca de Noé, el único justo de ese entonces. También durante las otras plagas encontré siempre un justo con el cual morar y, a través de él, viví en medio de los hombres de aquel tiempo, y así fue siempre.


El mundo a menudo ha sido purificado de su corrupción por Mi infinita Bondad hacia la humanidad. Y entonces continuaba a escoger algunas almas en las cuales Me complacía para que, por medio de ellas, pudiera deleitarme con Mis criaturas, los hombres.

Le prometí al mundo el Mesías. ¡Qué no he hecho para preparar Su venida, mostrándome en las figuras que Lo representaban hasta mil y mil años antes de Su venida!
Porque, ¿quién es este Mesías? ¿De dónde viene? ¿Qué hará en la Tierra? ¿A quién viene a representar?


El Mesías es Dios.

¿Quién es Dios?

Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

¿De dónde viene, o mejor dicho, quién le ordenó venir en medio de los hombres?

Yo, Su Padre, Dios.

¿A quién representará en la Tierra?

A Su Padre, Dios.

¿Qué hará en la Tierra?

Hará conocer y amar al Padre, Dios.

¿No dijo?:

“¿No sabéis que es necesario que Me ocupe de las cosas del Padre Mío?” (“nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me esse?” S. Lucas, c. 2 v. 49).

“He venido sólo para hacer la Voluntad del Padre Mío.”

“Todo lo que pidiereis al Padre Mío en Mi Nombre os lo concederé.”

“Le rezaréis así: Padre nuestro que estás en los Cielos…” y más adelante, dado que vino para glorificar al Padre y hacerlo conocer a los hombres, dijo:

“Quién Me ve, ve a Mi Padre.”

“Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí.”

“Nadie viene al Padre sino es por medio de Mí.” “Nemo venit ad Patrem nisi per me” – (S. Juan c. 14 v. 6).

“Quienquiera esté Conmigo está también con el Padre Mío”, etc., etc.

Oh, hombres, concluid que por toda la eternidad he tenido solo un deseo, hacerme conocer y amar por los hombres, deseando incesantemente de estar con ellos.


¿Queréis una prueba auténtica de este deseo que tengo y que apenas he explicado?

¿Por qué le ordené a Moisés que construyera el Tabernáculo y el Arca de la Alianza si no es porque tenía el deseo ardiente de venir a vivir, como un Padre, un Hermano, un Amigo de confianza, con Mis criaturas, los hombres? Y a pesar de esto Me olvidaron, Me ofendieron con culpas innumerables. Sin embargo, para que se recordaran de Dios, su Padre, y del único deseo que tiene de salvarlos, le di Mis Mandamientos a Moisés para que teniéndolos y cumpliéndolos se recordaran del Padre infinitamente Bueno, todo absorto en la salvación de ellos, salvación presente y eterna.


Todo esto cayó otra vez en el olvido y los hombres se hundieron en el error y en el temor, considerando que cansaba mucho el cumplir con los Mandamientos, así como los había transmitido a Moisés. Hicieron otras leyes, que iban de acuerdo con sus vicios, para poder cumplirlas más fácilmente. Poco a poco, con el temor exagerado que tenían de Mí, Me olvidaron aún más y Me llenaron de ultrajes.

Y sin embargo, Mi Amor por estos hombres, Mis hijos, ni siquiera se ha detenido. Cuando constaté bien que ni los patriarcas, ni los profetas habían podido hacer que los hombres Me conocieran y Me amaran, decidí venir Yo mismo.


¿Pero, cómo hacer para encontrarme en medio de los hombres? No había otro medio que el de ir Yo mismo en la Segunda Persona de Mi Divinidad.

¿Me reconocerán los hombres? ¿Me escucharán?

Para Mí nada del futuro estaba escondido; a estas dos preguntas respondí Yo mismo:

‘Ignorarán Mi Presencia aún estando cerca de Mí. En Mi Hijo Me maltratarán, a pesar de todo el bien que les hará. En Mi Hijo Me calumniarán, Me crucificarán para hacerme morir’.


¿Me detendré por esto? No, Mi Amor por Mis hijos, los hombres, es demasiado grande.

No Me detuve allí: reconoceréis bien que os he amado más que a Mi Hijo predilecto, por así decir, o para decirlo todavía mejor, más que a Mí Mismo.


Lo que os digo es totalmente verdadero, que si hubiese bastado una de Mis criaturas para expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una vida y una muerte semejante a la de Mi Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué? Porque habría traicionado Mi Amor haciendo sufrir a una criatura que amo, en vez de sufrir Yo Mismo en Mi Hijo. No he querido nunca hacer sufrir a Mis hijos.


Ésta es, en breve, la historia de Mi Amor hasta Mi venida, por medio de Mi Hijo, en medio de los hombres.


La mayor parte de los hombres conoce todos estos hechos, pero ignora lo esencial: es decir, ¡que fue el amor el que condujo todo!


Sí, es el amor, es esto lo que quiero hacerles notar. Ahora este amor está olvidado. Quiero recordárselos para que aprendan a conocerme así como Soy. Para que no estéis atemorizados como esclavos, con un Padre que os ama hasta este punto.


Mirad, en esta historia estamos sólo al primer día del primer siglo, y quisiera conducirla hasta nuestros días: hasta el siglo XX.


¡Oh, cómo los hombres han olvidado Mi Amor de Padre! ¡Y sin embargo os amo muy tiernamente! En Mi Hijo, es decir, en la Persona de Mi Hijo hecho Hombre, ¡qué no he hecho todavía! La Divinidad en esta humanidad se veló, quedó pequeña, pobre y humillada. Conduje con Mi Hijo una vida de sacrificios y de trabajo. ¡Recibí Sus oraciones para que el hombre tuviera un camino trazado y caminara siempre seguro en la justicia, para que llegase hasta Mí!


¡Cierto, puedo muy bien comprender la debilidad de Mis hijos! Por esto Le pedí a Mi Hijo que les donara los medios para levantarse después de las caídas. Estos medios los ayudarán a purificarse de los pecados, para que sean todavía los hijos de Mi Amor. Principalmente son los siete Sacramentos y sobre todo el gran medio para salvarse que es el Crucifijo, que es la Sangre de Mi Hijo, que en cada instante se derrama sobre vosotros, siempre y cuando lo queráis, ya sea con el Sacramento de la Penitencia, ya sea con el Santo Sacrificio de la Misa.


Mis queridos hijos, desde hace veinte siglos os colmo de estos bienes con gracias especiales y ¡el resultado es mísero!


¡Cuántas criaturas Mías, que se han vuelto hijas de Mi Amor por medio de Mi Hijo, se han lanzado muy rápidamente en el abismo eterno! En verdad, no han conocido Mi infinita Bondad. ¡Yo os amo mucho! (Expresión preferida por Sor Eugenia y que se repite a menudo).


Por lo menos vosotros, que sabéis que he venido personalmente para hablaros, para haceros conocer Mi Amor, por piedad de vosotros mismos no os lancéis en el precipicio. ¡Yo Soy vuestro Padre!


¿Es posible que después de haberme llamado Padre y de haberme demostrado vuestro amor, encontréis en Mí un Corazón tan duro y tan insensible que os deje perecer? ¡No, no, no lo creáis! ¡Yo Soy el mejor de los Padres!, ¡conozco las debilidades de Mis criaturas!, ¡venid, venid a Mí con confianza y amor! Y Yo perdonaré después de vuestro arrepentimiento. ¡Aunque vuestros pecados fueran repugnantes como el fango, vuestra confianza y vuestro amor Me los harían olvidar, y así no seréis juzgados! Yo Soy Justo, es verdad, pero ¡el amor paga todo!


Escuchad, hijos Míos, hagamos una suposición para que tengáis la seguridad de Mi Amor. Para Mí vuestros pecados son como el hierro y vuestros actos de amor como el oro.

¡Aunque Me entregareis mil kilos de hierro no sería tanto cuanto si me donarais diez kilos de oro! Esto significa que con un poco de amor se rescatan enormes iniquidades.


Éste es un pequeñísimo aspecto de Mi Juicio sobre Mis hijos, los hombres, todos sin excepción. Por lo tanto, hay que llegar hasta Mí. ¡Yo estoy tan cerca de vosotros! Entonces, es necesario amarme y glorificarme para que no seáis juzgados, o por lo menos para que seáis juzgados con Amor infinitamente misericordioso.


¡No lo dudéis! ¡Si Mi Corazón no fuera así, habría ya exterminado el mundo cada vez que se hubiese cometido el pecado! Mientras que, vosotros, sois testigos, en cada instante se manifiesta Mi protección, mediante Gracias y beneficios. Podéis concluir que existe un Padre sobre todos los padres, que os ama y que no cesará nunca de amaros, siempre y cuando lo queráis.

Vengo en medio de vosotros por dos caminos: ¡La Cruz y la Eucaristía!

La Cruz es el camino que baja en medio de Mis hijos, porque es por medio de ella que os hice redimir por Mi Hijo. Y para vosotros, la Cruz es el camino que sube hacia Mi Hijo, y desde Mi Hijo hacia Mí. Sin ella nunca podríais llegar, porque el hombre, con el pecado, ha atraído sobre sí mismo el castigo de la separación de Dios.


En la Eucaristía Yo vivo en medio de vosotros como un Padre en Su familia. Quise que Mi Hijo instituyese la Eucaristía para hacer de cada Tabernáculo un depósito de Mis Gracias, de Mis Riquezas y de Mi Amor, para darlos a los hombres, Mis hijos.


Es siempre por estos dos caminos que hago descender Mi Omnipotencia y Mi infinita Misericordia.

… Ahora que he demostrado que Mi Hijo Jesús Me representa entre los hombres, y que por medio de Él vivo constantemente en medio ellos, quiero demostraros también que vengo entre vosotros por medio de Mi Espíritu Santo.


La Obra de esta Tercera Persona de Mi Divinidad se cumple sin ruido, y a menudo el hombre no se da cuenta. Pero para Mí es un medio muy idóneo para vivir, no sólo en el Tabernáculo sino también en el alma de todos los que están en estado de gracia, para establecer Mi Trono y vivir siempre como un verdadero Padre que ama, protege y sostiene a Su hijo. Nadie puede comprender la alegría que siento cuando estoy a solas con un alma. Nadie ha comprendido todavía los deseos infinitos de Mi Corazón de Dios Padre, de ser conocido, amado y glorificado por todos los hombres, justos y pecadores. Por lo tanto, son estos tres Homenajes que deseo recibir de parte del hombre, para que Yo sea siempre Misericordioso y Bueno, aun con los grandes pecadores.

¡Qué no he hecho por Mi pueblo, desde Adán hasta José, padre adoptivo de Jesús, y desde José hasta hoy día, para que el hombre Me diese un Culto especial, que Me es debido, como Padre, Creador y Salvador! Sin embargo, ¡este Culto especial, que he deseado tanto, no Me ha sido todavía dado!


En el Éxodo podéis leer que hay que ensalzar a Dios con un Culto especial. Sobre todo los Salmos de David contienen esta enseñanza. En los Mandamientos que Yo mismo di a Moisés puse en primer lugar: “Adorarás y amarás perfectamente a Un solo Dios.”

Bien, amar y ensalzar a una persona son dos cosas que van juntas. Dado que os he colmado de muchos bienes, ¡tengo, por lo tanto, que ser alabado por vosotros en modo particular!

Dándoos la vida ¡he querido crearos a Mi imagen y semejanza! Por lo tanto, ¡vuestro corazón es sensible como el Mío, y el Mío como el vuestro!


¿Qué no haríais si uno de vuestros vecinos os hiciera un pequeño favor para complaceros? El hombre más insensible conservaría para esa persona un agradecimiento inolvidable. Cualquier hombre buscaría también lo que mayor placer le haría a esa persona, para recompensarla por el servicio recibido. Bien, Yo, Yo seré mucho más agradecido con vosotros, asegurando la vida eterna, si vosotros Me hacéis el pequeño favor de glorificarme como os lo pido.


Reconozco que Me alabáis en Mi Hijo, y que existen algunos que saben elevar todo hacia Mí por medio de Mi Hijo, ¡pero son pocos! ¡Sin embargo no penséis que glorificando a Mi Hijo no Me glorificáis! ¡Claro que sí, Me glorificáis porque Yo vivo en Mi Hijo! Por lo tanto, ¡todo lo que es gloria para Él lo es también para Mí!

Pero Yo quisiera ver al hombre glorificar a su Padre y Creador con un Culto especial. Mientras más Me glorificáis más glorificáis a Mi Hijo, dado que, por Mi Voluntad, Él Se hizo Verbo Encarnado y vino en medio de vosotros para haceros conocer a Aquél que Lo mandó.


Cuando Me conozcas, amaréis, a Mí y a Mi Hijo predilecto, más de lo que amáis ahora. Mirad cuántas criaturas Mías, que se han vuelto Mis hijos por medio del Misterio de la Redención, no están en el prado que he establecido para todos los hombres, mediante Mi Hijo. Mirad cuántos otros, y vosotros lo sabéis, ignoran la existencia de estos prados, y cuántas criaturas, que han salido de Mis Manos, y de las cuales Yo conozco la existencia mientras que vosotros la ignoráis. ¡No conocen ni siquiera la Mano que las ha creado!

¡Oh, cómo quisiera hacerles saber qué Padre Omnipotente Soy para vosotros y cómo lo sería también para ellos con Mis Gracias! Quisiera hacerles transcurrir una vida más dulce con Mi Ley. Quisiera que fuerais a donde ellos en Mi Nombre y que les hablarais de Mí. Sí, decidles que tienen un Padre que, después de haberlos creado, quiere darles los tesoros que posee. Sobre todo decid que pienso en ellos, que los amo y quiero darles la felicidad eterna. ¡Ah! Os lo prometo: los hombres se convertirán más rápidamente.”

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