Domingo 02 de Octubre…

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EL ÁNGEL CUSTODIO

Es el mejor amigo del hombre. Lo acompaña sin descanso día y noche desde el nacimiento hasta más allá de la muerte, hasta que llegue a gozar de plena felicidad de Dios. Durante el tiempo de purgatorio, está a su lado para consolarlo y ayudarlo en esos difíciles momentos. Sin embargo, para algunos la existencia del ángel guardián es sólo una costumbre piadosa para el que la quiera aceptar. No saben que está claramente expresada en la Escritura y en la doctrina de la Iglesia y todos los santos nos hablan de él por propia experiencia. Algunos incluso lo han visto y tenido una relación personal muy estrecha con él.

Dice la Palabra de Dios: “Yo mandaré un ángel delante de ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto. Acátale y escucha su voz, no le resistas… Si escuchas su voz y haces cuanto yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios” (Ex 23,20-22). “Para el hombre hay un ángel, un protector entre mil que le haga ver al hombre su deber” (Job 33,23). Su misión es “guardarte en todos tus caminos”(Sal 90,11). Y dice Jesús que “los ángeles de los niños ven continuamente el rostro de mi Padre Celestial” (Mt 18,10).

La doctrina de la Iglesia es clara en esto: “Desde la infancia hasta la muerta la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel protector y pastor para conducirlo a la vida (Cat 336).

Desde el siglo III hay una antigua oración al ángel de la guarda en la que se le pide que ilumine, proteja y guarde a su protegido. San Agustín nos habla también con frecuencia de la intervención angélica en nuestra vida. Santo Tomás de Aquino le dedica un artículo de su Suma Teológica (Sum Theolo I, q. 113) y escribía: “ La custodia angélica es como una extensión de la divina providencia, ahora bien, como ésta no falta a ninguna criatura, todas deben encontrarse bajo la custodia de los ángeles”.

La Fiesta de los ángeles custodios se remonta ya al siglo V en España y Francia. Quizás desde entonces se comenzó a rezar la oración que aprendimos desde niños: “Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…”. El Papa Juan Pablo II decía el 6 de

agosto de 1986: “Es muy significativo el hecho de que Dios confíe a los ángeles a sus pequeños hijos, siempre necesitados de cuidado y protección”.

Pío XI invocaba a su ángel al principio y al fin de cada jornada y, a menudo, durante el día, sobre todo, cuando las cosas se complicaban. Recomendaba la devoción a los ángeles custodios y decía al despedirse: “Que el Señor te bendiga y su ángel te acompañe”. Le dijo a Juan XXIII, cuando era delegado apostólico en Turquía y Grecia: “ Cuando tengo que tratar con alguien una conversación difícil, tengo la costumbre de pedir a mi ángel que hable al ángel custodio de la persona con que debo tratar para que ayude a solucionar el problema”.

Pio XII en un radiomensaje dijo: “Tened mucha familiaridad con los ángeles…Si Dios quiere, vosotros pasaréis toda una eternidad de alegría con los ángeles, aprended a conocerlos ahora. La familiaridad con ellos nos da un sentimiento de seguridad personal”.

Juan XXIII, recomendaba a los padres que inculcaran a sus hijos la devoción al ángel de la guarda. “El ángel custodio es un buen consejero, intercede cerca de Dios a favor nuestro; nos ayuda en nuestras necesidades, nos defiende de los peligros y de los accidentes. Me gustaría que los fieles sintieran toda la grandeza de esta asistencia de los ángeles”.

En la liturgia del día de su fiesta (2 de octubre) se dice que son “celestiales compañeros para que no perezcamos ante las insidiosas acometidas de los enemigos”.

Invoquémosles con frecuencia y no olvidemos que, aún en los lugares más ocultos y solitarios, hay alguien que nos acompaña. Por eso San Bernardo nos conseja “Anda siempre con prudencia como quien tiene presente a su ángel en todos los caminos”

¿Eres consciente de que tu ángel observa lo que haces? ¿Lo amas?

Eva Zenteno  Coordinadora de La Misión de San José «Mi Ángel custodio y yo»

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