«Santísima Divina Providencia,
que regís los destinos del mundo, sin cuya voluntad no se mueve ni la hoja de un árbol,
y cuya solicitud viste a los lirios del campo y no desampara ni al más pequeño gusano: miradnos con ojos de misericordia y guardadnos siempre bajo vuestro paternal cuidado.
Derramad sobre nosotros – humildemente os suplicamos – y sobre los nuestros, presentes y ausentes, sobre nuestro hogar, sobre nuestra familia, sobre nuestra casa, sobre nuestros bienes, proyectos y trabajos la eficacia de vuestras bendiciones y favores.
Dadnos – os lo pedimos con necesidad – el pan, el techo, el abrigo y la salud; proveed a todas nuestras necesidades del cuerpo y del alma.
Conservad – por el amor que nos tenéis – la unión, la paz y tranquilidad entre nuestra familia; procuradnos el trabajo honrado y suficiente para satisfacer las necesidades nuestras y las de aquellos que se nos han confiado.
Apartadnos del mal; defendednos en los peligros. Proteged nuestra honra, preservadnos del pecado. Asistidnos en toda hora, principalmente en el trance de la muerte:
Guiadnos en la vida y más tarde recibidnos en la eternidad;
Os lo pedimos, sin merecerlo,
Por Jesucristo Señor Nuestro.
Amén»